Macedonio de la Torre Collard, fue un pintor peruano. Artista versátil, fogoso y original, que se educó en Europa en la década de 1920 y llevó al Perú la modernidad pictórica, representada por el vanguardismo fauve y el abstraccionismo.
Asimismo, fue hijo de Roque Agustín de la Torre y Cárdenas, y de Adelaida Collard Mendoza, nació el 27 de enero de 1893 en la hacienda Chuquisongo, distrito de Usquil, provincia de Otuzco, departamento de La Libertad.
Era un hábil violinista que se hacía aplaudir en las veladas juveniles; y aunque cultivaba también la pintura y el dibujo, su vocación no había tomado una orientación definitiva. Para encontrarse a sí mismo, emprendió un aventurado viaje a pie hacia la Argentina, a través de Bolivia. Se definió entonces su vocación por la pintura, y de vuelta al Perú, efectuó en Arica su primera exposición pictórica individual (1917). De retorno en Trujillo, se reencontró con sus amigos del “Grupo Norte”, que ya iba desarticulándose. Al respecto se recuerda que el 10 de junio de 1917, en una recepción que efectuó en su casa para mostrar sus esculturas a sus amigos, el poeta César Vallejo leyó por primera vez su poema “Los heraldos negros”.
Emprendió viaje a Europa, beneficiado con una modesta beca otorgada por el gobierno del presidente Augusto B. Leguía. Inició entonces una nueva etapa en su vida artística. Pasó largas temporadas en Alemania, donde realizó estudios de pintura y escultura bajo la dirección del profesor Henner; luego en Italia y especialmente la costa de Liguria, Bélgica y París. Esos años europeos le pusieron en contacto directo con las obras de los grandes maestros del impresionismo.
En París concurrió a las clases que Antoine Bourdelle regentaba en la Academia de la Grande Cháumiere. Presentó muestras de sus obras en el Salón de Otoño y el Salón de los Independientes. Allí también se reencontró con algunos de sus amigos de la bohemia trujillana, entre ellos Haya de la Torre y Vallejo.
En 1930 Macedonio retornó a Lima con su familia, para radicar definitivamente en su patria. Realizó la primera exhibición de pintura vanguardista (paisajes urbanos y rurales del viejo continente) siendo éste un acontecimiento insólito en la capital peruana. No logró imponerse al indigenismo, entonces muy en boga entre los pintores peruanos.
Hasta su fallecimiento, Macedonio no cesó de pintar. El taller que ocupó desde la década del 1950, el sétimo piso del edificio “California”, en la calle de Mogollón –segunda cuadra del jirón Moquegua–, en el centro de Lima, se transformó en un lugar de encuentro obligado con el artista. Falleció el 13 de mayo de 1981, a la avanzada edad de 88 años.
Vitalmente consagrado a su labor artística, introdujo las técnicas y las concepciones del arte vanguardista, pero sin limitarse a ellas y renovándose siempre. Cultivó el expresionismo con singular acierto; pero también efectuó ensayos en una versátil gama de estilos, que incluye aun el abstraccionismo. Su imaginación desbordante lo llevó a gustar de paisajes figurativos, jardines impresionistas, retratos, bodegones y esa sucesión enrevesada de líneas multicolores a las que se conoce como sus “selvas”. Notables son también sus captaciones del paisaje peruano. Además de la pintura, cultivó el dibujo y la escultura “conceptual”, creando artefactos con piedras marinas, huesos de aves, botones, crustáceos. Como artista interesado por los problemas estéticos de su patria, recorrió todo el territorio peruano, quedando muy sorprendido y admirado de la artesanía de los pueblos andinos.
Estudió profundamente la creación artesanal y destacó sus virtudes en numerosos escritos de diarios y revistas, aún más, presentó en diversas oportunidades al gobierno peruano muy serias y planificados proyectos para el incremento y la explotación de tal industria popular.
Macedonio de la Torre tuvo un concepto muy elevado del arte, pues para él era la armonía como esencia de la belleza y sin la cual no existiría más que el desorden, el caos y la muerte. De otro lado, el arte como fuerza impulsora del espíritu jugaba para él un papel preponderante en el progreso de los pueblos y en definición nacionalista de los mismos. Además, estimaba al arte como una realidad universal en la que de todos modos se debe sumar un espíritu local.
Asimismo, fue hijo de Roque Agustín de la Torre y Cárdenas, y de Adelaida Collard Mendoza, nació el 27 de enero de 1893 en la hacienda Chuquisongo, distrito de Usquil, provincia de Otuzco, departamento de La Libertad.
Era un hábil violinista que se hacía aplaudir en las veladas juveniles; y aunque cultivaba también la pintura y el dibujo, su vocación no había tomado una orientación definitiva. Para encontrarse a sí mismo, emprendió un aventurado viaje a pie hacia la Argentina, a través de Bolivia. Se definió entonces su vocación por la pintura, y de vuelta al Perú, efectuó en Arica su primera exposición pictórica individual (1917). De retorno en Trujillo, se reencontró con sus amigos del “Grupo Norte”, que ya iba desarticulándose. Al respecto se recuerda que el 10 de junio de 1917, en una recepción que efectuó en su casa para mostrar sus esculturas a sus amigos, el poeta César Vallejo leyó por primera vez su poema “Los heraldos negros”.
Emprendió viaje a Europa, beneficiado con una modesta beca otorgada por el gobierno del presidente Augusto B. Leguía. Inició entonces una nueva etapa en su vida artística. Pasó largas temporadas en Alemania, donde realizó estudios de pintura y escultura bajo la dirección del profesor Henner; luego en Italia y especialmente la costa de Liguria, Bélgica y París. Esos años europeos le pusieron en contacto directo con las obras de los grandes maestros del impresionismo.
En París concurrió a las clases que Antoine Bourdelle regentaba en la Academia de la Grande Cháumiere. Presentó muestras de sus obras en el Salón de Otoño y el Salón de los Independientes. Allí también se reencontró con algunos de sus amigos de la bohemia trujillana, entre ellos Haya de la Torre y Vallejo.
En 1930 Macedonio retornó a Lima con su familia, para radicar definitivamente en su patria. Realizó la primera exhibición de pintura vanguardista (paisajes urbanos y rurales del viejo continente) siendo éste un acontecimiento insólito en la capital peruana. No logró imponerse al indigenismo, entonces muy en boga entre los pintores peruanos.
Hasta su fallecimiento, Macedonio no cesó de pintar. El taller que ocupó desde la década del 1950, el sétimo piso del edificio “California”, en la calle de Mogollón –segunda cuadra del jirón Moquegua–, en el centro de Lima, se transformó en un lugar de encuentro obligado con el artista. Falleció el 13 de mayo de 1981, a la avanzada edad de 88 años.
Vitalmente consagrado a su labor artística, introdujo las técnicas y las concepciones del arte vanguardista, pero sin limitarse a ellas y renovándose siempre. Cultivó el expresionismo con singular acierto; pero también efectuó ensayos en una versátil gama de estilos, que incluye aun el abstraccionismo. Su imaginación desbordante lo llevó a gustar de paisajes figurativos, jardines impresionistas, retratos, bodegones y esa sucesión enrevesada de líneas multicolores a las que se conoce como sus “selvas”. Notables son también sus captaciones del paisaje peruano. Además de la pintura, cultivó el dibujo y la escultura “conceptual”, creando artefactos con piedras marinas, huesos de aves, botones, crustáceos. Como artista interesado por los problemas estéticos de su patria, recorrió todo el territorio peruano, quedando muy sorprendido y admirado de la artesanía de los pueblos andinos.
Estudió profundamente la creación artesanal y destacó sus virtudes en numerosos escritos de diarios y revistas, aún más, presentó en diversas oportunidades al gobierno peruano muy serias y planificados proyectos para el incremento y la explotación de tal industria popular.
Macedonio de la Torre tuvo un concepto muy elevado del arte, pues para él era la armonía como esencia de la belleza y sin la cual no existiría más que el desorden, el caos y la muerte. De otro lado, el arte como fuerza impulsora del espíritu jugaba para él un papel preponderante en el progreso de los pueblos y en definición nacionalista de los mismos. Además, estimaba al arte como una realidad universal en la que de todos modos se debe sumar un espíritu local.
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