José Sabogal, es uno de los pocos pintores indigenistas que ha hecho de su vida una gran aventura, viajando por el mundo, logrando estudiar y empaparse de ese arte tan maravilloso como es la pintura.
Su obra, ubicada en el contexto de su tiempo y de su propia circunstancia, nos acerca a comprender, en caso de ser posible, el problema de la identidad cultural.
Más allá de la opción temática o del desarrollo de la obra, el compromiso por acercarse a las fuentes de inspiración y a los orígenes de los pueblos ha sido una constante que se observa en la evolución pictórica de la región americana de aquel momento y sin que el proceso sea idéntico ni necesariamente comparable con los otros países de la región andina.
En nuestro medio, fue José Sabogal quien rompe con las pautas clásicas de la composición y del color; crea a partir de la observación y la admiración de la propia realidad, de la naturaleza, del hombre y de su sociedad a los que descubre envueltos en un manto dual de alegría y tristeza, en un intento por exaltar los aspectos menos conocidos o menos apreciados de los pueblos antiguos. Lo revolucionario en su obra no sólo es la propuesta sino su consecuencia. Al redescubrir lo propio y asignarle nuevamente un valor positivo, se subleva el espíritu aletargado de una raza y se le enfrenta al conocimiento de sus derechos y a la exigencia de la justicia que les corresponde.
Es en este contexto en que aparece como una primavera de novedad y renovación la propuesta de Sabogal y es hacia ella que convergen muchos creadores. Ello se dio junto a la aparición de una nueva y emergente sociedad. Lima, la capital, dejaría desde entonces de ser el eje exclusivo de la sociedad señorial de antaño para convertirse en un polo de atracción provinciana.
Fue la figura de Sabogal la que encarnó las inquietudes insatisfechas de los artistas cuya actitud, lejos de ser beligerante, era producto de los tiempos de profundas transformaciones ante lo que el maestro significaba, una respuesta nueva a través de la cual se forjaría un estilo pictórico auténticamente peruano.
Con su extraordinaria sensibilidad, Sabogal se dedica a estudiar y conocer al indio, escudriñando en su espíritu, en su relación con el medio ambiente, en sus costumbres, creencias y valores. Luego de su primera exposición, el reconocimiento, la crítica, la aceptación y el rechazo, surgieron casi de inmediato y Sabogal pasó del anonimato a ser una personalidad que motivaba encendidas discusiones de encontradas tendencias.